Del sadismo al recochineo tecnológico.
Necesitas un cenicero, vas a comprar un cenicero, pero tras patearte 12 tiendas descubres que en todas se empeñaban en venderte un cachirulo que tiene un remoto parecido con un cenicero pero que ya no es un cenicero sino un gadget que además de recoger nuestra ceniza y colillas nos muestra en su lateral unas pantallas superferolíticas en las que se puede ver el estado de las carreteras, los próximos estrenos de cine, el número de muertos por cáncer de pulmón, un par de telepredicadores, el video de la autopsia a un fumador empedernido y además con conexión a Internet.
Ese gadget-cenicero lleva incorporadas 234 funciones mega avanzadas, algunas de futuro como un sumidero de CO2 asimétrico, ionizadores cuánticos, perturbadores de intranquilidades y asimiladores de distorsiones aberrativas sin contar por supuesto con el lector de ebooks.
Regresas a tu casa despotricando contra el papanatismo sádico tecnológico, y te apañas tú mismo haciéndote un cenicero con una lata de sardinas usada mientras gritas un que les den. Eso que dentro de nada ocurrirá con los gadget-ceniceros y la posibilidad de fabricarse uno mismo una solución a lo clásico, dejó de existir hace muchos años con los teléfonos y es evidente que los ciudadanos de a pie no podemos fabricarnos uno monofunción con una lata de sardinas.
A mí la tecnología no me asusta, tal vez porque ella y yo nos hemos estado dando mordiscos desde el año 1976, con esto quiero decir que no soy un abuelete que confunde una tecla con la uña de un gato. Aun así tengo claro que si necesito un teléfono me gustaría poder comprarme un móvil que hiciese de teléfono y nada más. Hace un par de años me robaron el móvil, pude convencer a Movistar, por la vía del chantaje del cambio de operadora, de que me regalase uno. Se lo puse fácil, quería el más barato, y sobre todo uno que no llevase cámara ni nada, que solo hiciese y recibiese llamadas, que llevase un listín de números y trajinase SMS, nada más.
A pesar de mis deseos y de que pagaba Movistar, me endosaron un cachirulo con acceso a Internet, cámara de video y fotos, grabadora, reproductor musical y otras 267 funciones más que desconozco porque ni las he mirado ni pienso mirarlas. Y todo esto del sadismo tecnológico viene a cuento porque hoy aparece una gran noticia pero cargada de recochineo. Han sacado un móvil que solo hace eso que yo buscaba, llamadas telefónicas, dicen que dirigido al segmento de mercado de los abueletes y abuelitas viejos y seniles y que como no son seres humanos normales, se lo van a vender en las farmacias junto con los pañales absorbentes. Hay que joerse.
Creo que se han pasado, que el canal de distribución adecuado de ese chisme sería el de las funerarias, lugar al que van mucho los ancianos a despedir a muchos compañeros y donde seguro que se encuentran más cómodos. Y es que hay que joerse con estos sádicos tecnológicos que cuando por una vez hacen algo con dos dedos de frente van y lo venden con recochineo.
Es evidente que me parece de perlas que fabriquen y vendan todos los cacharros gadgetizados que quieran con 45.678 funcionalidades incorporadas, pero siempre y cuando los que busquemos un simple cenicero o un simple teléfono móvil los podamos encontrar mondos y lirondos.
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