El día en que al bellaco Luis Mariano Aznar le llegó su San Martín.
Era una noche cerrada, luminosa, extraña, en el tercer piso, el de la señora Julia, sonó un disparo. Una pareja de policías que por casualidad patrullaban por la acera frente al piso de doña Julia oyeron el ruido y subieron a investigar. Mientras subían la escalera se les unió el señor López, vecino del inmueble y famoso corifeo. El edificio de tres plantas no tenía ascensor, no se cruzaron con nadie que bajase la escalera.
La puerta del piso de doña Julia estaba abierta, entran y ven a un hombre empuñando una pistola, doña Julia muerta a sus pies, el tipo, como paralizado, deja sin resistencia que uno de los policías le arrebate la pistola.
El otro policía dice solo por decir algo
- ¿Como se llama?
- Salvador Rojo - dice el presunto asesino con voz de alguien que no estuviese allí y una cara con una sonrisa angelical que daban ganas incluso de confiar en él.
- Pues al parecer, señor Rojo, ha matado usted a esta anciana - deja caer el policía.
El señor López, el famoso corifeo y amigo del presunto ancianicida se planta delante del policía que había acusado al señor Rojo y sale en su defensa diciendo con voz que denotaba progresía a raudales:
- ¿Cómo se le ocurre acusar de nada a este hombre de talante, dialogante y excelente presidente de nuestra comunidad de vecinos? , a este señor jamás se le ha ocurrido decir de la anciana que era una vividora porque no se moría y seguía cobrando la pensión que pagábamos entre todos, cosa que si ha hecho el señor Luis Mariano Aznar, ex presidente de la comunidad.
Este señor jamás se ha negado a ayudar a la anciana a cruzar la calle, cosa a la que siempre se ha negado el señor Luis Mariano Aznar.
Este señor jamás pidió benevolencia para la anciana cuando esta robó dos naranjas en la frutería y la pillaron, cosa que si hizo el señor Luis Mariano Aznar.
Este señor - prosiguió el corifeo - jamás nunca ha dicho, como si dijo el señor Aznar, que se debería considerar el darle a doña Julia un trozo de la terraza de su vecina de al lado, doña Gertrudis.
Este hombre nunca había lanzado a la policía municipal tras la anciana, creyendo que la única solución al problema era la policial, cosa que hizo reiteradamente el señor Aznar denunciándola con aviesa fruición.
Al señor Aznar le oímos aplaudir cuando España entró en la guerra de Irak, y cuando salían en la tele los bombardeos americanos que masacraban ancianas y niños en Bagdad alguien le vio sonreír más de una vez. Sin embargo nunca el señor Rojo hizo tal cosa, el señor Rojo se desgañitó en todas las manifestaciones que se hicieron en esta ciudad contra la guerra de Irak.
Esta anciana era un problema que tenía a toda la comunidad en una auténtica guerra de nervios desde hace años, era ruidosa, siempre gritándole al gato día y noche. El señor Rojo lo único que ha hecho ha sido aprovechar una oportunidad histórica para solucionar un problema enquistado durante décadas y que nadie antes había conseguido solucionar trayendo, él sí, por fin la paz a esta comunidad.
Como ve, señor agente, lo que haya podido hacer este señor para conseguir por fin la paz aquí no tiene punto de comparación con las maldades inicuas y perversas del señor Aznar, es a ese señor, que por cierto vive en el primero derecha, al que deberían ustedes detener y someter a juicio por sus villanías – dijo finalizando así su alegato.
Ante la brillantez de la argumentación del corifeo, los agentes de la autoridad no tuvieron otro remedio que ir a por el señor Aznar, esposarle y llevarlo a comisaría mientras lo vecinos aplaudían al señor Rojo que bajaba las escaleras hacia su piso, asegurándole todos que tendría su voto en la próxima elección para ser reelegido presidente de la comunidad.
Solo se oyó un comentario discordante que salió del segundo derecha, en concreto de la boca del cascarrabias señor Facundo:
- ¡Vaya país de locos en el que vivimos!
NOTA: este es un puro relato de ficción, cualquier parecido con la realidad o personajes reales es culpa de la realidad, no del autor.
La puerta del piso de doña Julia estaba abierta, entran y ven a un hombre empuñando una pistola, doña Julia muerta a sus pies, el tipo, como paralizado, deja sin resistencia que uno de los policías le arrebate la pistola.
El otro policía dice solo por decir algo
- ¿Como se llama?
- Salvador Rojo - dice el presunto asesino con voz de alguien que no estuviese allí y una cara con una sonrisa angelical que daban ganas incluso de confiar en él.
- Pues al parecer, señor Rojo, ha matado usted a esta anciana - deja caer el policía.
El señor López, el famoso corifeo y amigo del presunto ancianicida se planta delante del policía que había acusado al señor Rojo y sale en su defensa diciendo con voz que denotaba progresía a raudales:
- ¿Cómo se le ocurre acusar de nada a este hombre de talante, dialogante y excelente presidente de nuestra comunidad de vecinos? , a este señor jamás se le ha ocurrido decir de la anciana que era una vividora porque no se moría y seguía cobrando la pensión que pagábamos entre todos, cosa que si ha hecho el señor Luis Mariano Aznar, ex presidente de la comunidad.
Este señor jamás se ha negado a ayudar a la anciana a cruzar la calle, cosa a la que siempre se ha negado el señor Luis Mariano Aznar.
Este señor jamás pidió benevolencia para la anciana cuando esta robó dos naranjas en la frutería y la pillaron, cosa que si hizo el señor Luis Mariano Aznar.
Este señor - prosiguió el corifeo - jamás nunca ha dicho, como si dijo el señor Aznar, que se debería considerar el darle a doña Julia un trozo de la terraza de su vecina de al lado, doña Gertrudis.
Este hombre nunca había lanzado a la policía municipal tras la anciana, creyendo que la única solución al problema era la policial, cosa que hizo reiteradamente el señor Aznar denunciándola con aviesa fruición.
Al señor Aznar le oímos aplaudir cuando España entró en la guerra de Irak, y cuando salían en la tele los bombardeos americanos que masacraban ancianas y niños en Bagdad alguien le vio sonreír más de una vez. Sin embargo nunca el señor Rojo hizo tal cosa, el señor Rojo se desgañitó en todas las manifestaciones que se hicieron en esta ciudad contra la guerra de Irak.
Esta anciana era un problema que tenía a toda la comunidad en una auténtica guerra de nervios desde hace años, era ruidosa, siempre gritándole al gato día y noche. El señor Rojo lo único que ha hecho ha sido aprovechar una oportunidad histórica para solucionar un problema enquistado durante décadas y que nadie antes había conseguido solucionar trayendo, él sí, por fin la paz a esta comunidad.
Como ve, señor agente, lo que haya podido hacer este señor para conseguir por fin la paz aquí no tiene punto de comparación con las maldades inicuas y perversas del señor Aznar, es a ese señor, que por cierto vive en el primero derecha, al que deberían ustedes detener y someter a juicio por sus villanías – dijo finalizando así su alegato.
Ante la brillantez de la argumentación del corifeo, los agentes de la autoridad no tuvieron otro remedio que ir a por el señor Aznar, esposarle y llevarlo a comisaría mientras lo vecinos aplaudían al señor Rojo que bajaba las escaleras hacia su piso, asegurándole todos que tendría su voto en la próxima elección para ser reelegido presidente de la comunidad.
Solo se oyó un comentario discordante que salió del segundo derecha, en concreto de la boca del cascarrabias señor Facundo:
- ¡Vaya país de locos en el que vivimos!
NOTA: este es un puro relato de ficción, cualquier parecido con la realidad o personajes reales es culpa de la realidad, no del autor.
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