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Sahumerios y arrebatos

Condenado al sobresalto

Cada día, a veces cada pocas horas, leo los periódicos en Internet y un escalofrío cargado de estupor me sobresalta. Lo impensable toma cuerpo, lo increíble está ahí, ya ni suelto un improperio, solo leo y me pregunto, ¿qué delito cometí para tener que dar tanto respingo de incredulidad maltrecha?.

Un juez empapela a los justos y exime de toda culpa a los inicuos sin tener jurisdicción para ello y yo me sobresalto.

Mi gobierno negocia con terroristas incluso a que hospital llevar a un maldito asesino de decenas de personas en huelga de hambre. No digo que hubiese dado saltos de alegría si muere de hambre, pero deberían haberlo dejado cumplir su voluntad, igual quería expiar sus crímenes y no le han dejado. Y yo siento una sacudida.

En Martorell las serpientes cuyos huevos se han incubado durante años de nacionalismo están reptando por la espiral del horror, del grito al huevo, del huevo al empujón, del empujón a tirar botellas, de las botellas a las bengalas, de las bengalas a la sangre en sus distintas modalidades. Y yo me siento estupefacto.

Mi gobierno se achanta ante la violencia antisistema y suspende una cumbre de ministros de vivienda. Y yo me angustio.

Se autoriza un partido internacional entre las naciones de Cataluña y el País Vasco en el que el juego carece de importancia pues se trata de hacer una exaltación del separatismo, y yo pienso en Yugueslavia horripilado.

Oigo a Zapatero decir que él se siente cómodo y feliz en Cataluña no como otros dirigentes tras las agresiones de Martorell, y me siento inmerso en el desvarío viendo que la dictadura nos esta envolviendo.

Se que intentan imponer el sin sentido anestesiándonos con una pasmosa sobresaturación de aberraciones envilecidas, yo al menos intento pasar del asombro aturdido al grito de ¡Por ahí no paso!. Quieren condenarme al sobresalto, quieren mi silencio, pero no lo tendrán.

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