El extraño caso del rapapolvo que me echó una vez el Tribunal de Cuentas del Reino..
3-01-06
El extraño caso del rapapolvo que me echó una vez el Tribunal de Cuentas del Reino..
Corría uno de los años en que yo aun tenía pelo en la cabeza. Lo del pelo no aporta nada a la historia, pero me deja en buen lugar. Trabajaba en la administración de un colegio algo especial. Para que se entienda la historieta me veo obligado a escribir dos o tres párrafos con los antecedentes de aquel lugar.
El colegio había sido construido por los jesuitas en los años 60, pero a mediados de la década de los 70 decidieron cerrarlo. Los trabajadores se unieron y negociaron con el Ministerio de Educación para que el Estado comprase el colegio a los jesuitas y se lo cediese a una cooperativa de profesores y personal no docente que lo gestionaría como un colegio privado y subvencionado, evitando de ese modo el paro de todos.
Así pasó y allí estaba, en un colegio propiedad del estado y gestionado por sus empleados pagando por la cesión solo una peseta al año, que por cierto creo que jamás se pagó.
A principios de los 80, por motivos que no vienen a cuento, se acordó negociar con el ministerio el que la parte del colegio dedicada a la enseñanza de la formación profesional de segundo grado revertiese al estado, pero el profesorado seguiría siendo el mismo de la cooperativa trabajando como profesorado contratado por el ministerio. La EGB y la formación profesional de primer grado seguirían como estaban. Se aprobó y ya ven, resultó un híbrido un tanto raro, mezcla de colegio estatal y privado todo en uno. Para lo que nos interesa deben saber que yo me encargaba del papeleo con la administración pública, pues como cualquier otro centro público recibíamos una cantidad trimestral para gastos y yo debía, cada tres meses, entregar la documentación que justificaba esos gastos facturas incluidas.
Aquí empieza la historia. No me dijeron mucho acerca de lo que debía hacer, pero insistieron en que debía justificar la cantidad exacta que se recibía. Dicho de otro modo, si mandaban 2.344.567 pesetas yo debía mandar facturas que sumasen 2.344.657 pesetas ni una más ni una menos.
La primera vez me costó mucho dar con un sistema tal que me cuadrase, puesto que yo no era el que se gastaba la pasta y no tenia posibilidad de ajustarme, y para más INRI algunos gastos de la parte estatal estaban mezclados con el resto del colegio, como el agua, la luz, el papel higiénico, etc. Pero di con la solución yo solito que ya entonces era un pelín despejado, vamos que se me veía que iba para calvo.
La solución, lógicamente, consistía en falsificar facturas, al menos una al trimestre, la que ajustase la cantidad final. Para ello pedí al dueño de una ferretería en la que comprábamos habitualmente, un puñado de facturas en blanco. Cuando llegaba la hora de justificar, sumaba mis facturas y si me faltaban 6.125 pesetas para cuadrar, metía mi factura en blanco de la ferretería en la máquina de escribir y compraba lo mas raro que se me ocurriese por ese valor; por ejemplo ponía 35 Ferraris testarrosa acanalados a 175 total 6.125, entonces no había IVA.
Otro trimestre compraba para el cuadre tapas de ataúd de segunda mano, o rollos de papel higiénico de 15 capas y 4 túnicas con estampaciones pornográficas y chorradas así. Jamás, y digo nunca, me llamaron la atención por esas facturas. Pero un día quise hacerlo más emocionante aún, para lo cual se me ocurrió, sabiendo el país en que vivíamos, una idea realmente maquiavélica.
En el trimestre de marras hice lo habitual, pero no confeccioné la factura falsa para el cuadre, fíjense en lo malévolo de la idea, sino que escribí una carta que remití al ministerio junto con el resto de documentos y facturas que más o menos venía a decir:
......... Este trimestre, como podrán comprobar si suman las facturas justificativas del gasto realizado, han quedado 1.234 pesetas sin gastar.
Les ruego me indiquen donde ingresar las susodichas 1.234 pesetas que no se han gastado en el período al que iban asignadas y que por tanto nos han quedado de remanente.
Atentamente... etc.
No me dirán que lo del remanente no fue buena idea. Tanto lo fue que a las 3 o 4 semanas se desató la marabunta. Recibo una llamada telefónica que intentaré plasmar aquí:
- Dígame, aquí Antonio Vicente.
- Hola Antonio, soy fulanito de la oficina del Tribunal de Cuentas del Reino y quería hablar contigo de un asunto que nos acaba de llegar.
- Si, diga, le escucho
- Veras Antonio, en la justificación de gastos del último trimestre dices que te han sobrado 1.234 pesetas y eso no es algo habitual.
- Bueno, mira, es que realmente me han sobrado y solo quería saber que hacer con ellas.
- Pues ese, Antonio, es el problema, el qué hacer con ellas, porque los trámites a realizar para ingresar algo así en el Tesoro Público son tan farragosos que nos veríamos en un aprieto. Y por eso te quería preguntar, si te devuelvo la justificación de cuentas de ese trimestre y te doy un plazo de mes y medio para que lo resuelvas, ¿podrías devolvérnoslo cuadrado?
- Pues te diré, el trimestre acabó hace mes y pico y no tengo facturas para justificar esas 1.234 pesetas.
- Hombre, tú seguro que podrías hacer algo para solucionarlo.
- ¿Me está diciendo que falsifique un documento público?, se me podría caer el pelo.
- Tranquilo hombre, eso es lo habitual, todos cuadran así las cuentas – me dijo el probo funcionario.
- Bueno mira, hablaré con el gerente del colegio y haré lo que él me diga.
Lógicamente no dije nada al gerente, y seguí pasándolo pipa mientras continuaba recibiendo llamadas de un montón de sitios de la administración, todos con la misma historia, que lo apañase como fuese antes que devolver nada.
Pasados unos días, vino el gerente del colegio y charlamos.
- Antonio ¿qué lío es el que has montado ahora?, me ha llamado el delegado del Ministerio de Educación en Murcia sobre unos papeles.
- Pues que me piden que no devuelva 1.234 pelas y falsifique los papeles – y seguí contándole toda la historia.
- Antonio déjate de guasas que son capaces de mirarnos con lupa y jodernos vivos, resuélvelo – me dijo mientras se iba riéndose a mandíbula batiente.
Cuando me llegaron los papeles del remanente, metí de nuevo una factura en blanco de la ferretería en la máquina de escribir y compré 2 perdices modelo “Ser felices” a 517 pesetas total las dichosas 1.234 pelas.
Y ahí terminó el asunto.
De esta broma se saca una moraleja, si lo haces mal, mientras te cuadre, nunca tendrás queja pero si lo haces bien, te arrancarán la pelleja.
¡Dios, que país!
El extraño caso del rapapolvo que me echó una vez el Tribunal de Cuentas del Reino..
Corría uno de los años en que yo aun tenía pelo en la cabeza. Lo del pelo no aporta nada a la historia, pero me deja en buen lugar. Trabajaba en la administración de un colegio algo especial. Para que se entienda la historieta me veo obligado a escribir dos o tres párrafos con los antecedentes de aquel lugar.
El colegio había sido construido por los jesuitas en los años 60, pero a mediados de la década de los 70 decidieron cerrarlo. Los trabajadores se unieron y negociaron con el Ministerio de Educación para que el Estado comprase el colegio a los jesuitas y se lo cediese a una cooperativa de profesores y personal no docente que lo gestionaría como un colegio privado y subvencionado, evitando de ese modo el paro de todos.
Así pasó y allí estaba, en un colegio propiedad del estado y gestionado por sus empleados pagando por la cesión solo una peseta al año, que por cierto creo que jamás se pagó.
A principios de los 80, por motivos que no vienen a cuento, se acordó negociar con el ministerio el que la parte del colegio dedicada a la enseñanza de la formación profesional de segundo grado revertiese al estado, pero el profesorado seguiría siendo el mismo de la cooperativa trabajando como profesorado contratado por el ministerio. La EGB y la formación profesional de primer grado seguirían como estaban. Se aprobó y ya ven, resultó un híbrido un tanto raro, mezcla de colegio estatal y privado todo en uno. Para lo que nos interesa deben saber que yo me encargaba del papeleo con la administración pública, pues como cualquier otro centro público recibíamos una cantidad trimestral para gastos y yo debía, cada tres meses, entregar la documentación que justificaba esos gastos facturas incluidas.
Aquí empieza la historia. No me dijeron mucho acerca de lo que debía hacer, pero insistieron en que debía justificar la cantidad exacta que se recibía. Dicho de otro modo, si mandaban 2.344.567 pesetas yo debía mandar facturas que sumasen 2.344.657 pesetas ni una más ni una menos.
La primera vez me costó mucho dar con un sistema tal que me cuadrase, puesto que yo no era el que se gastaba la pasta y no tenia posibilidad de ajustarme, y para más INRI algunos gastos de la parte estatal estaban mezclados con el resto del colegio, como el agua, la luz, el papel higiénico, etc. Pero di con la solución yo solito que ya entonces era un pelín despejado, vamos que se me veía que iba para calvo.
La solución, lógicamente, consistía en falsificar facturas, al menos una al trimestre, la que ajustase la cantidad final. Para ello pedí al dueño de una ferretería en la que comprábamos habitualmente, un puñado de facturas en blanco. Cuando llegaba la hora de justificar, sumaba mis facturas y si me faltaban 6.125 pesetas para cuadrar, metía mi factura en blanco de la ferretería en la máquina de escribir y compraba lo mas raro que se me ocurriese por ese valor; por ejemplo ponía 35 Ferraris testarrosa acanalados a 175 total 6.125, entonces no había IVA.
Otro trimestre compraba para el cuadre tapas de ataúd de segunda mano, o rollos de papel higiénico de 15 capas y 4 túnicas con estampaciones pornográficas y chorradas así. Jamás, y digo nunca, me llamaron la atención por esas facturas. Pero un día quise hacerlo más emocionante aún, para lo cual se me ocurrió, sabiendo el país en que vivíamos, una idea realmente maquiavélica.
En el trimestre de marras hice lo habitual, pero no confeccioné la factura falsa para el cuadre, fíjense en lo malévolo de la idea, sino que escribí una carta que remití al ministerio junto con el resto de documentos y facturas que más o menos venía a decir:
......... Este trimestre, como podrán comprobar si suman las facturas justificativas del gasto realizado, han quedado 1.234 pesetas sin gastar.
Les ruego me indiquen donde ingresar las susodichas 1.234 pesetas que no se han gastado en el período al que iban asignadas y que por tanto nos han quedado de remanente.
Atentamente... etc.
No me dirán que lo del remanente no fue buena idea. Tanto lo fue que a las 3 o 4 semanas se desató la marabunta. Recibo una llamada telefónica que intentaré plasmar aquí:
- Dígame, aquí Antonio Vicente.
- Hola Antonio, soy fulanito de la oficina del Tribunal de Cuentas del Reino y quería hablar contigo de un asunto que nos acaba de llegar.
- Si, diga, le escucho
- Veras Antonio, en la justificación de gastos del último trimestre dices que te han sobrado 1.234 pesetas y eso no es algo habitual.
- Bueno, mira, es que realmente me han sobrado y solo quería saber que hacer con ellas.
- Pues ese, Antonio, es el problema, el qué hacer con ellas, porque los trámites a realizar para ingresar algo así en el Tesoro Público son tan farragosos que nos veríamos en un aprieto. Y por eso te quería preguntar, si te devuelvo la justificación de cuentas de ese trimestre y te doy un plazo de mes y medio para que lo resuelvas, ¿podrías devolvérnoslo cuadrado?
- Pues te diré, el trimestre acabó hace mes y pico y no tengo facturas para justificar esas 1.234 pesetas.
- Hombre, tú seguro que podrías hacer algo para solucionarlo.
- ¿Me está diciendo que falsifique un documento público?, se me podría caer el pelo.
- Tranquilo hombre, eso es lo habitual, todos cuadran así las cuentas – me dijo el probo funcionario.
- Bueno mira, hablaré con el gerente del colegio y haré lo que él me diga.
Lógicamente no dije nada al gerente, y seguí pasándolo pipa mientras continuaba recibiendo llamadas de un montón de sitios de la administración, todos con la misma historia, que lo apañase como fuese antes que devolver nada.
Pasados unos días, vino el gerente del colegio y charlamos.
- Antonio ¿qué lío es el que has montado ahora?, me ha llamado el delegado del Ministerio de Educación en Murcia sobre unos papeles.
- Pues que me piden que no devuelva 1.234 pelas y falsifique los papeles – y seguí contándole toda la historia.
- Antonio déjate de guasas que son capaces de mirarnos con lupa y jodernos vivos, resuélvelo – me dijo mientras se iba riéndose a mandíbula batiente.
Cuando me llegaron los papeles del remanente, metí de nuevo una factura en blanco de la ferretería en la máquina de escribir y compré 2 perdices modelo “Ser felices” a 517 pesetas total las dichosas 1.234 pelas.
Y ahí terminó el asunto.
De esta broma se saca una moraleja, si lo haces mal, mientras te cuadre, nunca tendrás queja pero si lo haces bien, te arrancarán la pelleja.
¡Dios, que país!
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