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Sahumerios y arrebatos

Un asqueroso pederasta.

En un foro en el que participo, una buena amiga me dedicó un vídeo de la canción de Ana Gabriel “Obsesión”, un tema que solemos bailar siempre que lo ponen donde andemos. Yo le hice unos comentarios, basados en las fotos que daban soporte al vídeo, y ella me respondió “Lo que no entiendo es como no te has fijado en la dulzura que transmiten las fotos de los críos, sólo comparable a la dulzura de tu mirada que desalmaría el más duro corazón”. Hoy solo quiero poner aquí mi respuesta a esta bella dama que usa indistintamente los nicks de Franka – Paqui – Paula.

Hola Franka - Paki - Paula.

En tu post "Obsesión" haces un comentario a mi respuesta que quiero contestarte con cierta amplitud por lo que implica en esta sociedad nuestra.

Tu dices en referencia al vídeo que comento de la canción "Obsesión" lo siguiente:

"Lo que no entiendo es como no te has fijado en la dulzura que transmiten las fotos de los críos, sólo comparable a la dulzura de tu mirada que desalmaría el más duro corazón. "

Si te digo que me gusta a rabiar, que me vuelve loco, que me extasía hasta lo impensable, que me divierte casi más que nada, que me placen estas cosas:

- Jugar con un niño.
- Acariciar a un niño
- Besar a un niño
- Ver a los niños en el patio de recreo de un colegio.
- Regalarle tonterías a un niño
- Hablar con un niño
. etc.

Y cuando digo niño lo digo en genérico, niñas incluidas y no precisamente a mis hijos de niños.

Pues bien, te digo sinceramente que un alto porcentaje de gentes de esta sociedad española del 2008, un alto porcentaje de quienes leyesen eso de un tipo feo, gordo, viejo, calvo, barrigón y canoso dirían sin dudarlo que es un asqueroso pederasta.

A eso hemos llegado, a perder lo más hermoso. Como borregos mediáticos que somos nos guiamos por lo que nos sueltan en teles y teles, en radios y periódicos y hoy oficialmente, un tipo que hace eso es un maldito pederasta, diga lo que diga el maldito pederasta. Tal vez exagero un poco, pero creo sinceramente que exagero a la baja.

Un tipo que cada dos días se para tras la verja del patio de recreo de un colegio y se queda allí embobado viendo los deambulares hechos lúdica algarabía de los niños se convierte en sospechoso.

Un tipo que regala cosas a niños que no conoce, se convierte en sospechoso, y así podríamos seguir con todo lo dicho antes.

Te contaré un par de anécdotas.

Corría el año 2001, justo era el día 6 de enero. Yo andaba haciendo el censo, por eso hoy soy agente censal jubilado. A todos los agentes censales nos dieron un carrito, como esos que llevan los niños al cole con los libros para llevar los papeles. En realidad nadie lo usaba, así que se me ocurrió pedírselo a los compañeros que no lo iban a utilizar y llevaba siempre varios de ellos en el coche.

La idea era que ya que iba casa por casa por muchos lugares de Murcia, cuando viese un caso en el que supiese que a un niño le iba a venir bien el carrito, pues se lo regalaría.

Ese día, serían las 11 de una mañana de Reyes, andaba por la calle y se me acercan dos gitanillos preciosos, un niño y una niña de entre 4 y 5 años,

- Anda payo danos algo que hoy son los Reyes – me dice el chavalín.
- ¿Tenéis carrito para llevar los libros al colegio? – le pregunto
- No payo, pero danos 20 duros.
- Esperaros aquí y os traigo un regalo – me fui al coche y traje dos carritos del censo.

Les di los carritos y 20 duros a cada uno, creo que aun se usaban, y se fueron los dos chavalines calle arriba gritando y cantando.

- Papa Noel, Papa Noel nos ha traído los reyes.

Hoy no se si lo volvería a hacer.

La otra es más del momento. Durante un tiempo, tuve un cliente, de lo mío de informática que tenía una empresa de juguetes de esos de bajo precio, de uno y dos euros. Allí veía que tenían una gran cantidad de juguetes que no los iban a vender por haber sido devueltos por los clientes y no tenerlos ya en catálogo o por alguna otra cosa, así que le pedía de vez en cuando al empresario que me diese de esos juguetes para regalarlos por ahí a los niños.

Durante dos o tres años siempre llevé en el maletero del coche cientos y cientos de esos juguetes y en mi casa tenía también algunas cajas.

Vivía por entonces en La Ribera de Molina, en una casa que daba a una pequeña plaza. Mi habitación daba hacia esa plaza y unas niñas de la vecindad se acostumbraron a arrimarse a la ventana y charlábamos. Un día se me ocurrió regalarles juguetes bajo lo que yo llamo “modalidad a pajera abierta”, o sea pasa y coge todos los que quieras.

Pasaron al salón de mi casa, les di una bolsa de plástico a cada una de las tres niñas, y aquello fue algo precioso verlas alucinar escarbando en las cajas de juguetes y llegando sus bolsas entre un jolgorio de alegrías.

Pasados unos días y como no podía ser menos, vinieron con otras amigas a que les diera juguetes, esa vez se me vino a la cabeza una atroz duda. ¿Qué pensaría quien viese entrar a mi casa a unas niñas y estar allí diez minutos?. Solución, las dejé pasar al salón y mientras estaban ellas cogiendo los juguetes yo me senté en el portal de la calle a fumarme un cigarrillo hasta que salieron.

No se si se me entiende, pero a eso hemos llegado y no irá el tema a mejor, puedo asegurarlo.

Así que ya sabes amiga Franka- Paqui – Paula por qué no te hablé de los niños. Siempre que se habla de este tema, y sin querer ser irreverente, hago un comentario bíblico. “¿Que pensaría la gente de hoy si alguien fuese por calles y caminos diciendo a voz en grito “Dejad que los niños se acerquen a mí”?

Solo diré para terminar que paso a menudo por la valla de más de un colegio durante el recreo y que hago un esfuerzo y nunca me paro.

Y me despido con un beso equilibrado tactilmente, dosificado para que dure, memorizable para que sea memorable y tenuemente solapado con algo que venga a cuento.

Orel.

Documentación.

Post del foro “Encuentro de amigos.com” que ha dado pie a este comentario.

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