Chorrada, trastear Twitter o Facebook es como morrease.
Cuando el diablo no tiene nada mejor que hacer mata moscas con el rabo, dicen que dice el dicho. Y cuando algunos científicos no tienen nada mejor que hacer se lo montan con lo primero que pillan, como el pillo Doctor Paul J. Zak de la Universidad de Claremont, que ha llegado él solito a una conclusión científica en base a la cual las sensaciones del morreo y los achuchones se pueden suplir trasteando en el Twitter o en el Facebook.
En un artículo de iblnews que titulan “Utilizar Twitter o Facebook libera la misma hormona que los besos y abrazos, asegura un estudio” nos cuentan lo que hizo el profe de la Claremont para llegar a tan brillante resultado. Se tomó él a sí mismo una muestra de sangre antes de ponerse con las redes sociales y otra después de terminar, solo con esas muestras descubrió que sus niveles de oxitocina, la hormona del morreo, aumentaron un 13%. Menudo morro.
Porque lo que tendría que haber hecho el tal Zak hubiese sido tomar muestras de sangre, antes y después de una sesión de cibersexo, y seguro que hubiese llegado a conclusiones científicamente más aceptables.
Concluir con tan solo una prueba que la adicción a trastear en las llamadas redes sociales se puede explicar por el aumento de oxitocina que conlleva es una más de las chorradas que a veces nos cuentan los periódicos.
No obstante, y gracias a los resultados de ese estudio, puede que haya encontrado una explicación a algo que me ocurre. En las redes sociales y los chats cuando dos se despiden lo hacen diciendo la palabra besos o eso de muacksss. Un día me dio por intentar mejorar algo ese tipo de despedidas y me puse a escribir besos. Las reacciones de las damas siempre han sido espectaculares, y creo que será por el subidón de oxitocina.
Aprovecho que el Pisuerga pasa por la Universidad de Claremont y dejo alguno de esos besos oxitocínicos con visos de chorrada que he escrito:
“Me despido con un beso cuántico cargado de indefinición pero totalmente determinado en su lujuriosa y nebulosa realidad. Nunca sabrás que es un beso porque o bien averiguas lo que es o lo que significa, pero no ambas cosas a la vez, por ello mejor cierra los ojos y recuerda ese beso que jamás te han dado, esté será el más aproximado”.
“Te digo adiós con este beso subversivo, con tendencias anárquicas, con fundamentos irreconocibles, con amalgamas cutáneas heterodoxas, con deslizamientos táctiles inéditos, con disidencias formales palmarias, con un cortejo de elaboraciones sonoras conceptualmente inconcebibles, con una cacofonía de sensaciones volubles, persistentes y exacerbadas, y todo ello ribeteado con miradas cargadas de complicidad insurrecta”.
Y este último con oxitocina romántica:
“Hasta que volvamos a hablar llévate este beso copiado de un sueño en el que la luz de un amanecer con colores de puesta de sol baña tus labios con iridiscencias de tenues tonalidades y tu cuello con matices de deseo conduciendo todo ello a un estallido de contacto que resuena hasta en los sueños de gentes de las antípodas”.
Y ¡Viva la oxitocina!
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