Nochevieja y la industria papanatas del por si acaso.
Que la credulidad humana es infinita e ilimitada es algo que la historia nos ha demostrado a lo largo de los milenios. Se acerca la Nochevieja con lo que tiene de más llamativo para mí, la masiva demostración de credulidad del año. Cualquier paparrucha tiene cabida siempre que se le añada a continuación la coletilla del “trae suerte”, la gente “por si acaso” o bien totalmente convencida de la magia inherente a la mamarrachada la hace, se la pone, la grita o se la come. La industria del “por si acaso” sabe sacar partido de modo que el comercio de uvas peladas está que se sale y no digamos el de bragas, tangas y gallumbos varios de un rojo intenso.
Ayer paseaba por un mercadillo callejero y en verdad que era alucinante ver la hiperbólica colgadura de cientos de prendas rojas de las llamadas íntimas en los puestos. Había un puesto que solo vendía ese tipo de producto rojo, eso sí, con una inmensa variedad de modelos. Y la gente, por si acaso fuese verdad que fuese cierto que tuviese algo de mágico el gallumbo o las bragas rojas, compraba.
No soy sociólogo ni sicólogo y mi capacidad de explicar el busilis del intríngulis del asunto se me escapa, pero sí sé que demuestra que aunque la ciencia haya avanzado que es una barbaridad las gentes siguen confiando en lo mágico más de lo que gustaría reconocer. De momento se está corriendo la voz de que para entrar con buen pie en el 2009 con la que está cayendo no basta con una pieza de ropa íntima roja, que para que sirva de algo como poco hay que llevar cuatro encasquetadas, y aviso que sería terrorífico y suicida no hacerlo así.
Uvas, oro en la copa, brindar con champán, dar vueltas a la manzana cargado de maletas, abrir las ventanas, escribir los papelitos que se ponen bajo la almohada, gallumbos y bragas bermejas, tirar al aire un zapato y ver como cae, comer lentejas y otras capulladas más que no he investigado, son la parafernalia con la que nos dicen que debemos comenzar el año para que el año sea año de bienes y no de hieles, y no duden ustedes que gente habrá, y a millones que harán todo eso y más por si acaso no fuera a ser que...
Todos esos ritos mágicos son una filfa de cuidado, no valen para nada, solo hay un ritual o un gesto que está científicamente demostrado que tiene alguna validez y que consiste en entrar en el nuevo año con un ojo cerrado y el otro abierto. El simbolismo es claro, con el ojo cerrado impedimos que nos entre o nos llegue lo malo y con el ojo abierto estamos dando la bienvenida a todo lo bueno. ¡Háganlo! y comprobarán que es lo único que realmente tiene alguna utilidad trayendo buena suerte.
Por si acaso fuese cierto que estas cosas que hacen en otros lugares tienen fuerza suficiente como para hacer que el nuevo año sea la releche, les doy una pequeña lista de cosas que deben hacer durante los últimos tres segundos del año viejo y los tres primeros del año nuevo y olviden las dichosas uvas:
1.- Masajearse levemente el lóbulo de la oreja izquierda con los dedos pulgar e índice de la mano derecha. Se practica en las Islas Tonga.
2.- Que un grupo con un mínimo de 6 personas se cojan de las manos y formen un triángulo escaleno. Lo de 6 es porque dado que cada lado del triángulo debe ser de diferente longitud, es la cantidad mínima, así pueden formar un lado de 1 persona, otro de 2 y otro de 3. La potencialidad benefactora de tal figura es increíble. Se practica desde tiempo inmemorial entre los aborígenes de Asam.
3.- Sacar la lengua durante esos 6 segundos, evidentemente eso asusta a la mala suerte. Se practica entre los miembros de una tribu de los Himalayas.
4.- Reírse a mandíbula batiente de quienes hacen cualesquiera de las cosas antes mencionadas. Lo practica este menda y funciona, vaya que sí funciona.
Si con todo esto no consiguen que el nuevo año sea lo más de lo más solo significará que no han hecho bien los rituales y que no estaban debidamente purificados.
Lo dicho, háganlo todo por si acaso no vaya a ser que...
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