Mata a su madre y El País, en primera, lo declara ejemplo progre a seguir.
Como los obispos han dicho que no hay que votar a quien promueve, va a promover, o promoverá la eutanasia y eso ha cabreado sobremanera a toda la progresía multicultural, porque lo progre es ayudar a mandar al otro barrio a quien sufre y no vive dignamente, hoy El País dominical, en primera, lanza el mensaje de que matar a tu madre inconsciente es un acto de progresismo concienciado y sensibilizado con el sufrimiento ajeno digno de alabanza progresista. La realidad de los hechos es que un señor dice que su madre, en fase terminal de un cáncer, le pidió que procurase que tuviese una muerte digna y sin sufrimientos, le pidió que nadie más lo supiese y que se sepa no dejó por escrito su voluntad al respecto.
El hijo, estando la madre ya inconsciente la mató inyectándole en el suero un cóctel de fármacos que le proporcionó una médica anestesióloga. Sabemos que la madre no autorizó nada en el momento de su muerte, luego no sabemos si en ese momento se había vuelto atrás, no hay pruebas de que el hijo no se haya inventado la historia de la autorización materna ya que no nos dicen si dejó por escrito su voluntad al respecto. Pero en la primera de El País dominical, le dedica al que mandaba progresistamente al otro barrio a quienes pasaban por su servicio de urgencias sufriendo, Luís Montes, la narración de cómo hizo para que su madre muriese.
Lo que EL País cuenta en primera no sé que calificación penal tiene, en principio fue un homicidio, eso seguro, pero como es muy progre lo que hizo el hijo de aquella mujer lo saca en primera. Y el mensaje queda claro, quien no quiera hacer lo que esté en su mano para que la palme, perdón, tenga un tránsito digno que sufre y se lo ha pedido es un retro carca neoconservador.
Leer el artículo le pone a uno enfermo, ver como intentan hacer pasar un homicidio por un acto elogiable socialmente, respetable y digno de encomio. Confiesa que mató a su madre, confiesa que no hay pruebas de la autorización de la enferma, confiesa un delito, aunque la autorización fuese verídica, pero para un progre cometer un delito de progres no es delito sino algo digno de recibir una mención honorífica en la primera de El País.
Es lo que me horroriza, ese convencimiento de que están por encima de las leyes, de que están por encima de cualquier cortapisa que impida sus progresistas obras, ellos son los que determinan lo que es bueno y lo que, aunque sea ilegal, se puede hacer. Y lo que ya hace que me piense el ir a palmarla a Andorra, como muy cerca, es que cuando estos empiezan a mandar al otro barrio, con toda la piedad digna, laica e indolora que se quiera, a quien sufre de manera indigna y lo autorice no tardan ni media hora en decidir que si alguien sufre indignamente y aunque no lo autorice deben mandarlo al otro barrio porque no es consciente de lo que debe hacer y ellos lo hacen por él, porque para eso están en este planeta, para saber cuando tenemos que palmarla, perdón, hacer el tránsito.
De algo estoy totalmente seguro, y es de que si llegado el día en que los socialistas sacasen una ley permitiendo la eutanasia, lo que hizo el tal Jorge M. Reverte seguiría siendo delito de homicidio de no se qué clase, pero como lo ha hecho un progre que lo escribe en un diario progre no es censurable.
De otra cosa estoy seguro, si un hermano mío me cuenta que hizo eso con mi madre, sin darme más pruebas de su consentimiento que su palabra, le pego dos hostias, eso seguro y para empezar.
Del artículo, que recomiendo leer, solo pongo el segundo titular sensiblero y asqueroso de El País.
“Se sentó a su lado, le tomó la mano, le dijo unas palabras de despedida, la besó de nuevo. Luego inyectó en el suero las dosis del combinado que harían de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Y se quedó a esperar.”
Recuerden que la madre estaba inconsciente y no supo que la mataba. O sea que si alguien se sienta al lado de alguien inconsciente con una enfermedad terminal, le toma de la mano, le dice unas palabras de despedida, la besa y la mata eso no es más que hacer de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Hay que echarle progresía al asunto para no vomitar.
Yo ya pienso que si este es el ejemplo cívico a seguir Zapatero debería pagar con cargo a la Seguridad Social esos combinados mortales progresistas. Porque seguro estoy de que hay miles de personas que le han dicho a un familiar que se las carguen cuando no se den cuenta, y menuda carga se quitan de encima. Si solo basta la palabra del homicida, y el combinado no cuesta nada, eso está chupao y encima se puede sacar pecho de progre con orgullo y satisfacción. Ah, y los obispos que se chinchen.
Termino con mi testamento vital. No autorizo que nadie diga que le he autorizado a que me apiolen dignamente y sin sufrimiento y menos si es un médico progre. Dudo que lo haga, pero si decido hacer ese tipo de viaje ya sacaría yo el billete y me subiría al tren, nadie tiene derecho pues a hacerlo en mi nombre aunque haciéndolo saliese póstumamente en la primera dominical de El País.
Convicción: Si tan buena madre era, que era consciente de que le pedía a su hijo algo muy duro de llevar a cabo, y no le dio ni un papel escrito de su puño y letra con su deseo de morir de ese modo para librar al hijo de posibles responsabilidades penales, reproches sociales y hostias fraternales, dentro de lo que estaba en su mano, estoy convencido de que el hijo lo hizo porque él lo decidió pensando, eso si, que era lo mejor para su madre, y la mató porque el sabía lo que era lo mejor para ella. Pero la mató aunque El País diga que solo hizo de su muerte un “tránsito indoloro y dulce” y el que no lo apruebe es un ultraconservador clerical carca de narices.
Estos progres no saben distinguir entre el derecho que tengo a morir dignamente y el derecho que tienen a matarme dignamente, ese es el peligro.
Documentación.
Artículo de El País, “Una muerte digna”
El hijo, estando la madre ya inconsciente la mató inyectándole en el suero un cóctel de fármacos que le proporcionó una médica anestesióloga. Sabemos que la madre no autorizó nada en el momento de su muerte, luego no sabemos si en ese momento se había vuelto atrás, no hay pruebas de que el hijo no se haya inventado la historia de la autorización materna ya que no nos dicen si dejó por escrito su voluntad al respecto. Pero en la primera de El País dominical, le dedica al que mandaba progresistamente al otro barrio a quienes pasaban por su servicio de urgencias sufriendo, Luís Montes, la narración de cómo hizo para que su madre muriese.
Lo que EL País cuenta en primera no sé que calificación penal tiene, en principio fue un homicidio, eso seguro, pero como es muy progre lo que hizo el hijo de aquella mujer lo saca en primera. Y el mensaje queda claro, quien no quiera hacer lo que esté en su mano para que la palme, perdón, tenga un tránsito digno que sufre y se lo ha pedido es un retro carca neoconservador.
Leer el artículo le pone a uno enfermo, ver como intentan hacer pasar un homicidio por un acto elogiable socialmente, respetable y digno de encomio. Confiesa que mató a su madre, confiesa que no hay pruebas de la autorización de la enferma, confiesa un delito, aunque la autorización fuese verídica, pero para un progre cometer un delito de progres no es delito sino algo digno de recibir una mención honorífica en la primera de El País.
Es lo que me horroriza, ese convencimiento de que están por encima de las leyes, de que están por encima de cualquier cortapisa que impida sus progresistas obras, ellos son los que determinan lo que es bueno y lo que, aunque sea ilegal, se puede hacer. Y lo que ya hace que me piense el ir a palmarla a Andorra, como muy cerca, es que cuando estos empiezan a mandar al otro barrio, con toda la piedad digna, laica e indolora que se quiera, a quien sufre de manera indigna y lo autorice no tardan ni media hora en decidir que si alguien sufre indignamente y aunque no lo autorice deben mandarlo al otro barrio porque no es consciente de lo que debe hacer y ellos lo hacen por él, porque para eso están en este planeta, para saber cuando tenemos que palmarla, perdón, hacer el tránsito.
De algo estoy totalmente seguro, y es de que si llegado el día en que los socialistas sacasen una ley permitiendo la eutanasia, lo que hizo el tal Jorge M. Reverte seguiría siendo delito de homicidio de no se qué clase, pero como lo ha hecho un progre que lo escribe en un diario progre no es censurable.
De otra cosa estoy seguro, si un hermano mío me cuenta que hizo eso con mi madre, sin darme más pruebas de su consentimiento que su palabra, le pego dos hostias, eso seguro y para empezar.
Del artículo, que recomiendo leer, solo pongo el segundo titular sensiblero y asqueroso de El País.
“Se sentó a su lado, le tomó la mano, le dijo unas palabras de despedida, la besó de nuevo. Luego inyectó en el suero las dosis del combinado que harían de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Y se quedó a esperar.”
Recuerden que la madre estaba inconsciente y no supo que la mataba. O sea que si alguien se sienta al lado de alguien inconsciente con una enfermedad terminal, le toma de la mano, le dice unas palabras de despedida, la besa y la mata eso no es más que hacer de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Hay que echarle progresía al asunto para no vomitar.
Yo ya pienso que si este es el ejemplo cívico a seguir Zapatero debería pagar con cargo a la Seguridad Social esos combinados mortales progresistas. Porque seguro estoy de que hay miles de personas que le han dicho a un familiar que se las carguen cuando no se den cuenta, y menuda carga se quitan de encima. Si solo basta la palabra del homicida, y el combinado no cuesta nada, eso está chupao y encima se puede sacar pecho de progre con orgullo y satisfacción. Ah, y los obispos que se chinchen.
Termino con mi testamento vital. No autorizo que nadie diga que le he autorizado a que me apiolen dignamente y sin sufrimiento y menos si es un médico progre. Dudo que lo haga, pero si decido hacer ese tipo de viaje ya sacaría yo el billete y me subiría al tren, nadie tiene derecho pues a hacerlo en mi nombre aunque haciéndolo saliese póstumamente en la primera dominical de El País.
Convicción: Si tan buena madre era, que era consciente de que le pedía a su hijo algo muy duro de llevar a cabo, y no le dio ni un papel escrito de su puño y letra con su deseo de morir de ese modo para librar al hijo de posibles responsabilidades penales, reproches sociales y hostias fraternales, dentro de lo que estaba en su mano, estoy convencido de que el hijo lo hizo porque él lo decidió pensando, eso si, que era lo mejor para su madre, y la mató porque el sabía lo que era lo mejor para ella. Pero la mató aunque El País diga que solo hizo de su muerte un “tránsito indoloro y dulce” y el que no lo apruebe es un ultraconservador clerical carca de narices.
Estos progres no saben distinguir entre el derecho que tengo a morir dignamente y el derecho que tienen a matarme dignamente, ese es el peligro.
Documentación.
Artículo de El País, “Una muerte digna”
3 comentarios
David -
Claro que está visto que aquí se trata símplemente de criticar la postura de la iglesia sea en el ámbito que sea. Y si la iglesia está en contra de que otros decidan cuando uno es digno de vivir y la hora en la que tiene que morir, pues a estar en contra de lo que diga la iglesia y a matar a todos los indignos que se nos crucen por delante. El resto de comentarios sobre los supuestos deseos de la iglesia hacia la función que deben desempeñar las mujeres, no hay por dónde cogerlos.
Anónimo -
O es que piensas en serio que te iria mejor con los conservadores? A mi desde luego no. Porque me niego a rendir pleitesia a dios a sus secuaces a los machos y a todos bicho viviente. perdona si te ofendi
una de muchas -
Tú eres un hombre verdad? claro y seguro que piensas que la iglesia te daria aquello que los goliprogres te niegan o tu no puedes conseguir. Pero piensa hombre de dios, que la humanidad esta formada por hombres y mujeres y que estas ultimas ya os hemos rendido sobrado vasallaje.
No a la falogracia. No a los machistas, no al pensamiento uniforme. Si a la vida, si la idea de que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Y si al amor sin matizar.