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Sahumerios y arrebatos

“Sólo voy a salir un rato”

Oates, un héroe singular 

Hoy va del Polo Sur, de una anécdota preciosa sobre la flema británica y dos historias que allí ocurrieron y que desde mi juventud han permanecido grabadas en mis memorias.

He oído y leído a lo largo de mi vida cientos de anécdotas y chistes sobre la flema británica, pero esto que os trascribo de un libro que estoy leyendo bate todo los records. El libro se llama “Eurekas y euforias” de Walter Gratzer.

Dice así:

En la expedición de Ernest Shackleton a la Antártida en 1908 participaron dos intrépidos geólogos que se proponían determinar la posición del polo sur magnético. Ellos eran Edgeworth Dvid, profesor en la Universidad de Sydney y Douglas Mawon, más tarde catedrático de Geología en Adelaida. En pos de su presa atravesaron glaciares e hicieron observaciones de las formaciones geológicas locales. He aquí como describió Mawson lo que sucedió un día, una vez que habían montado la tienda. David tomó su cuaderno de dibujo y fue a registrar el perfil de una hilera de colinas mientras Mawson se quedaba en la tienda para cambiar las placas fotográficas en el cargador de su cámara. Para hacerlo se acurrucó en su saco de dormir con toda la parafernalia fotográfica y estaba trabajando con dificultad, continuamos con el relato de la pluma del propio Mawson.

Oí una voz del exterior – una voz suave – que llamaba

Mawson, Mawson.
¿Qué hay?, dije
Oh, estas en el saco cambiando las placas, ¿es así?
Si, profesor

Hubo silencio durante un rato. Luego oí al profesor llamando en tono más alto:

¡Mawson!

Respondí otra vez. Bien, el profesor oyó por el tono que yo estaba aún en el saco, así que dijo:

Oh, ¿aún está cambiando las placas?
- Sí.

Más silencio durante un rato. Al cabo de un minuto, en un tono bastante más alto y ansioso:

¡Mawson!

Pensé que pasaba algo, pero no podía adivinar lo que él quería decir. Me estaba cansando de ello y grité:

¡Eh!, ¿qué pasa?, ¿qué puedo hacer?
Bueno, Mawson, estoy en una posición más bien peligrosa, En realidad estoy colgando de mis dedos en el borde de una grieta y no creo pueda aguantar mucho más tiempo. Tendré que molestarte para que salgas y me ayudes.

Salí lo más rápidamente que pude. Allí estaba el profesor, asomando solo su cabeza y colgando del borde de una grieta peligrosa.



Esta anécdota me trajo al recuerdo algunas cosas que leí de joven sobre el tema de la conquista del Polo Sur, sobre todo una hazaña increíble ocurrida solo de unos años después en la misma Antártida. Lo leí en un libro escrito por uno de los participantes, gracias al Google y poniendo para buscar “Scott huevo pingüino emperador” he encontrado todos los datos.

El libro se llama
"El peor viaje del mundo" escrito por Apsley Cherry Garrad, ahora voy a intentar escribir mis recuerdos de lo que leí hace tantos años.

Tras los intentos de Shackleton por alcanzar el Polo Sur, incluida su última experiencia, en la que su barco quedó atrapado por los hielos, y no tuvo mas remedio que salir en una de las chalupas del barco hasta las islas Georgia del Sur, 1.500 Km. por los tremendos mares aquellos, donde tuvieron que vérselas con horribles tormentas, consiguió llegar, y tras varias vicisitudes volver a donde dejó al resto de sus compañeros y rescatarlos. Cuando se habla de hazañas me acuerdo de esta de Shackleton, pero aún más de la de unos científicos que fueron en la noche antártica a buscar un huevo de pingüino emperador.

De la expedición de Scott de 1910 - 1912 para intentar llegar de nuevo al Polo Sur recuerdo una hazaña increíble y una heroicidad que me marcó. La hazaña os la cuento ahora después, la heroicidad ocurrió cuando tras llegar al Polo Sur y encontrarse que ya había estado allí Amundsen tuvieron que regresar a la base, pero se quedaron sin los caballos siberianos que llevaron, en lugar de perros esquimales como hizo Amundsen y se vieron obligados a arrastrar ellos los trineos.

Gracias de nuevo al Google he encontrado una referencia a la heroicidad que os quiero contar tomada de Wilkepedia, una enciclopedia muy especial y que nunca me canso de alabar, dice así:

El primero en fallecer fue Evans, que había resultado herido en una caída y estaba completamente agotado. Poco después fue, Oates, quien afectado por la congelación, había perdido la movilidad de uno de sus pies. También sufría de la reaparición de una antigua herida de guerra, lo que obligó al resto del grupo a llevarlo a cuestas durante el resto del viaje. Oates se dio cuenta de que no tenía posibilidades de sobrevivir y que no era más que una carga para el resto, así que voluntariamente abandonó la tienda, pronunciando la famosa frase "Sólo voy a salir un rato". Aquel día era su 32 cumpleaños y ya nadie volvió a verlo nunca más 

Volvamos a la hazaña, Scott llegó a la Antártida y antes de realizar el viaje final al Polo Sur tuvieron que invernar allí. Para aprovechar el tiempo, por decir algo, se decidió que tres expedicionarios fuesen al lugar donde incuba el pingüino emperador para conseguir un huevo. Por motivos que no es este el lugar para explicar, el pingüino emperador incuba su único huevo entre sus patas en pleno invierno antártico y a gran distancia de la costa, de ahí que en aquellos años fuese un misterio ese comportamiento y ello hubiese originado el que aun no se hubiese podido estudiar ninguno de sus huevos.

Allá que se van Cherry Garrad a sus 19 años y sus dos compañeros a realizar un viaje al helado Mar de Wedell, un lugar a unos 400 Km. de distancia de su base y en total oscuridad, pues es sabido que en aquellas latitudes en invierno la noche dura 24 horas.

Con temperaturas de hasta 60 grados bajo cero, un viento increíble y casi constante hizo que estuviesen a punto de morir, a oscuras, con el peligro de las grietas, con sed, apabullados por el miedo, rodeados de hambres y arrastrando el trineo. Llegaron al sitio de los pingüinos, cogieron el huevo y volvieron a la base en un penosísimo estado tras más de dos meses de torturas.

Quien quiera saber lo que supuso esta hazaña debe saber que hoy en día los que invernan allí, con muchos mas medios no harían lo mismo.

Lo mas humano de esta hazaña fue su epílogo. Según me he enterado documentándome a través del Google, un día, ya con 50 años,  Cherry Garrad fue al museo de Londres donde estaba el famoso huevo de pingüino emperador, se enteró que estaba almacenado en el sótano del edificio rodeado de polvo.

Como la vida misma, ¿verdad?

EPILOGO: Cuando leí la historia de Oates pensé que en un caso similar me gustaría poder tener la entereza para actuar así,  hoy día pienso lo mismo, pero en lugar de dejar una frase para la posteridad me gustaría que mis últimas palabras fuesen el mejor chiste que haya hecho en mi vida. Por si no puedo, he dejado escrito mi epitafio con soporte gráfico. Aquí podéis, tanto leer mi epitafio, como ver su soporte gráfico, el disponible hasta el momento.

Aqui está el epitafio de este que esto escribe.  

Como veis en él se pide ayuda para conseguir todo el soporte gráfico necesario.

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