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Sahumerios y arrebatos

El Síndrome de la tía buena.

En muchas conversaciones con amigas hay un tema recurrente cuando esa amiga es lo que los varones califican como una “tía buena”. La mayoría no tiene nada claro el porqué a ellas les es más difícil ligar que a otras mujeres que no se podrían calificar de “tan buenas”. Yo suelo hablarles de un fenómeno que hace años califiqué como “El síndrome de la tía buena” que padecen muchos tíos y que se resume en el miedo que tienen ante la moza a la que de tan buena que está la consideran inalcanzable y que si llegan a alcanzarla solo será el tiempo necesario como para que les dé pasaporte por no estar el tipo a su altura.

A esas amigas les cuento algo que presencié hace ya años en el Palacio de Congresos ese que hay en el Parque Ferial Juan Carlos I de Madrid. Ocurrió cuando yo curraba en la cosa de la informática. Fui a un evento organizado por IBM. Quien conozca ese sitio sabe que hay una especie de patio central interior y en cada piso hay unas arcadas o como se diga que dan a ese patio central. En él se puso una miniferia de proveedores de hardware y software con sus tenderetes por allí.

Como en toda feria que se precie, los responsables contratan azafatas para atender sus stands y repartir folletos entre la gente para que acuda a ellos. Esas mozas van vestidas más o menos llamativamente predominando las minifaldas. Recuerdo que la mayoría te alargaba su folleto y toda la gente lo cogía, pero me fijé en una moza guapísima que llevaba un body color carne.

Me llamó la atención el hecho de que había un círculo a su alrededor de unos tres o cuatro metros vacío, allí estaba ella, hermosa como una diosa desnuda con su paquete de folletos y más sola que la una, la gente la circundaba pero no se le acercaba.

Yo, que conozco el Síndrome de la tía buena hace mucho, me suelo aprovechar, me fui para ella, le pedí el folleto y me puse a charlar. Le pregunté si sabía por qué ningún tío (pues el 90% de los asistentes a aquel evento eran varones) se le acercaba y lo que es más, porque había un círculo vacío a su alrededor. Me dijo que no y le expliqué el Síndrome de la tía buena, pero con agravantes porque ese síndrome tiene una curiosa característica.

Y esa consiste en que los tíos no se les acercan pero las miran, las observan, las estudian, las desnudan con la vista, cuchichean sobre ella con el vecino que tengan al lado aunque no se conozcan, y en aquel Palacio de Congresos a esa hora había abocados a las barandillas que daban al patio central cientos de tipos la mayoría mirando desde los cuatro o cinco pisos a la moza con la que estaba hablando.

Le dije que mirara a su alrededor y comprendería el fenómeno, le expliqué que desde una distancia de doce o quince metros parecía como desnuda y ese no se lo perdían esos mirones. Se puso roja la moza, y creo que fui un poco cruel con ella porque le dije que eso no era todo. Le profeticé algo que le ocurriría antes de media hora.

Le dije que se preparase porque antes de media hora la llamaría su jefe o quien la había contratado para que se quitase eso que llevaba puesto y se pusiese algo menos escandaloso porque más de dos y más de tres de los tipos que habían estado mirándola desde las alturas llamarían a la organización para quejarse de su vestimenta provocativa. Y justo eso pasó, tras una charla de una hora, volví al patio central y busqué a la moza, me costó dar con ella, pero la vi con otro uniforme aunque seguía casi sin entregar ni un folleto,

Me acerqué a ella y vi su mirada de estupefacta incomprensión mientras me preguntaba ¿pero cómo sabía usted lo que iba a pasar?, tan solo le respondí que porque había descubierto el Síndrome de la tía buena, le di dos besos y me despedí  llevándome cuatro folletos.

Todo esto lo cuento porque leo en El Confidencial un artículo que titulan “Las mujeres guapas asustan a los hombres” y explican hasta con datos de sesudos estudios académicos lo que yo siempre he llamado “El síndrome de la tía buena”. No es por nada pero mi denominación del fenómeno me gusta más.

Ni que decir tiene que conociendo el fenómeno me encanta ligar con esas que desatan el síndrome de la tía buena, sé que juego con ventaja a pesar de mis desventajas y más si les cuento de qué va el fenómeno y como lo bauticé yo.

Evidentemente no inventé nada nuevo ya que la cosa es más vieja que el mingitar y siempre se ha denominado con el clásico “La suerte de la fea la guapa la desea”. Pero que burros son los tíos.

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