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Sahumerios y arrebatos

¡Ay Señor qué gracia!, los progres rojos creen en milagros.

No es la primera vez que he contado las hazañas de la tía María Jesús. Esta mujer, tía de mi madre, era una dama súper bonachona y de una ingenuidad casi infinita lo que le hacía que jamás se callase lo que le pasaba en cada momento por las mientes, y eso hizo que a lo que a lo largo de su vida protagonizase a una innúmera cantidad de anécdotas a cual mas desternillante incluso dentro de su dramatismo. En nuestro pueblo, La Ribera de Molina, dejó huella. Este pueblo de la huerta de Murcia fue famoso durante muchos años por la cantidad de curas, monjas y frailes que aportaba a la Iglesia, tanto que se le llamaba “El pequeño Vaticano”. Ya durante la Guerra Civil este hecho era significativo lo que supuso que la persecución que se hizo en la zona republicana contra eclesiásticos fuese en el pueblo especialmente intensiva y brutal.

Muchos hijos del pueblo, sacerdotes y monjas, vivieron ocultos en los lugares más inverosímiles para escapar al paredón. Por ejemplo mi tío Juan vivió en un zulo excavado en la cuadra justo debajo de las mulas que disimulaban la entrada. Esta ocultación era conocida por los milicianos que periódicamente iban por las casas del pueblo haciendo registros intentando dar con los escondidos y huidos. Nuestra protagonista, la tía María Jesús, tenía un hermano sacerdote que andaba escondido. Una tarde de 1937, al anochecer, una patrulla de milicianos llega a la casa de la tía María Jesús para hacer un registro de su casa.

Todos los miembros de la patrulla de milicianos se dispersaron por la casa para buscar menos uno que se quedó en la cocina junto a la tía María Jesús. Allí estaba la mujer sentada en su silla de enea junto a la chimenea que servía para cocinar también mirando al miliciano con fusil que tenía a su lado cuando vio que llevaba suelto un botón de la camisa y por el hueco se le veía una medalla de la Virgen, todo fue ver eso y decir con voz relativamente alta:

.- ¡Ay Señor qué gracia, Señor!, si los milicianos rojos también creen en la Virgen María y llevan medallas, ¡Señor qué gracia!

Según consta en la memoria histórica del pueblo el miliciano se puso lívido y le pidió a la tía María Jesús que se callase y no sabemos más del asunto.

Todo esto viene a cuento porque si viviese hoy la tía María Jesús y hubiese leído el editorial de El País estoy seguro que habría dicho dándose palmadas en las rodillas:

-. ¡Ay Señor qué gracia, Señor!, si los progres rojos creen en la Virgen María y en que hace milagros, ¡Señor qué gracia!.

Resulta que hoy El País publica un editorial titulado “Caída del cielo” sobre el trasvase que no era trasvase sino trasiego puntual de agua del Ebro a Barcelona criticando el hecho de que no se siga su construcción manifestando que;

el cortoplacismo político, el miedo a una sangría de votos, a tener conflictos o a perder Gobiernos ha impedido acometer la necesaria interconexión de cuencas entre el Ebro y el sistema Ter-Llobregat.·

Lo más llamativo es el párrafo final:

Los políticos han optado al final por la salida más cómoda y menos comprometida. Las rogativas a la Moreneta pidiendo lluvia, aconsejadas por el ecosocialista consejero catalán de Medio Ambiente, han permitido ese final milagroso que todos los Gobiernos ansiaban.

Ver a estos progres rojos laicos solidarios anticatólicos un tanto bastante anticlericales promoviendo rogativas a la Moreneta pidiendo lluvia para evitar un trasvase robavotos y creyendo que las lluvias son resultado de la actividad taumatúrgica de la Virgen solo me lleva a decir ¡Ay Señor, qué gracia Señor, cómo son estos progres!

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