María Antonia Iglesias, la mujer que me salvó.
Andan por los periódicos las reseñas de un acto de valentía progre en defensa de la dignidad del progre vilipendiado por un representante de la más atroz emisora crispadora y antidemócrata. En un debate de Canal Sur en el que participaban por parte de la progresía la Iglesias, el Delgado y la Regás y por parte de la derechona extremo fascista el Villa de la COPE y un par de corifeos más,el trío progre inalámbrico fue atacado vilmente por el tal Villa que les acusó, en concreto al Delgado, de haber pertenecido a la emisora (la SER) que se inventó los terroristas suicidas con gallumbos de diseño (cosa falsa de toda falsedad como sabemos ya que la SER no dijo nada de eso y Gabilondo menos).
Los chicos progres rojos socialistas solidarios de izquierdas multiculturales policivilizaciones y luchadores contra el cambio climático hicieron lo que se esperaba de ellos, irse con cajas destempladas ante tamaña felonía del representante de la emisora de los arzobispos, cardenales y obispos.
La noticia me trajo a la memoria una vez que pasé un muy mal trance y me encomendé a la sin par María Antonio Iglesias, salvándome la inigualable periodista de una situación que calificaré de incómoda, penosa y perturbadora y todo eso lo logré evocando la figura de la periodista de apellido Iglesias.
La historia la voy a contar por primera vez, por si puede valer a otras personas en un trance similar. Hará cosa de un año y algo me salió lo que un médico llamó un flemón en los testículos, una especie de grano que se fue infectando y haciéndose más y más grande amen de doloroso. Fui a urgencias del hospital y me mandaron una medicación a base de antibiótico con la instrucción de que cuando aquello explotase volviese al hospital para que me revisasen como había quedado.
Tras unos días de espera dolorosa, aquello se abrió y me sirvió para aprender a usar compresas con alas y sin alas, pero bueno, esto no viene a cuento, volví al hospital y me asignaron a una doctora para la revisión. Allá estaba la doctora manipulando mis partes antiguamente llamadas pudendas, masajeando la zona para que expulsase los últimos restos de la infección purulenta, y yo haciendo ímprobos esfuerzos para que aquello no se disparase e irguiese y me pusiese ante la doctora en una situación como poco oprobiosa.
Intenté pensar en el fútbol, pero no daba resultado, yo ya estaba sudando de pensar que si no lograba contener la natural reacción me vería estigmatizado como paciente salido por los siempres. En ese momento se me ocurrió encomendarme a Maria Antonia Iglesias para que me sacase de la apurada situación, me la imaginé en uno de los típicos debates televisivos a los que es tan dada, la vi en su plenitud verborreica y gesticulante y aquello fue mano de santo, lo juro, pasó el peligro y mi cosa no volvió a dar muestras de querer desmandarse ante las actividades terapéuticas de la doctora.
Pero esa taumatúrgica efectividad de la Iglesias no terminó ahí, ya que la doctora me mandó a que me hiciesen una ecografía testicular y me tocó de nuevo una doctora que al parecer era novata en el tema y se pasó la friolera de 35 minutos dándome frotes con el chisme ese por mi zona inguinal. Volví a encomendarme a Maria Antonia Iglesias y aquella sesión ecográfica trascurrió sin el menor atisbo de que se fuese a desatar un desagradable incidente de alzamiento involuntario.
María Antonia, que sepas que siempre te estaré agradecido. Si un día alguien te propone para santa laica progre juro que testificaré para que se te anote en tu biografía el gran milagro del alzamiento impedido por tu intercesión.
Los chicos progres rojos socialistas solidarios de izquierdas multiculturales policivilizaciones y luchadores contra el cambio climático hicieron lo que se esperaba de ellos, irse con cajas destempladas ante tamaña felonía del representante de la emisora de los arzobispos, cardenales y obispos.
La noticia me trajo a la memoria una vez que pasé un muy mal trance y me encomendé a la sin par María Antonio Iglesias, salvándome la inigualable periodista de una situación que calificaré de incómoda, penosa y perturbadora y todo eso lo logré evocando la figura de la periodista de apellido Iglesias.
La historia la voy a contar por primera vez, por si puede valer a otras personas en un trance similar. Hará cosa de un año y algo me salió lo que un médico llamó un flemón en los testículos, una especie de grano que se fue infectando y haciéndose más y más grande amen de doloroso. Fui a urgencias del hospital y me mandaron una medicación a base de antibiótico con la instrucción de que cuando aquello explotase volviese al hospital para que me revisasen como había quedado.
Tras unos días de espera dolorosa, aquello se abrió y me sirvió para aprender a usar compresas con alas y sin alas, pero bueno, esto no viene a cuento, volví al hospital y me asignaron a una doctora para la revisión. Allá estaba la doctora manipulando mis partes antiguamente llamadas pudendas, masajeando la zona para que expulsase los últimos restos de la infección purulenta, y yo haciendo ímprobos esfuerzos para que aquello no se disparase e irguiese y me pusiese ante la doctora en una situación como poco oprobiosa.
Intenté pensar en el fútbol, pero no daba resultado, yo ya estaba sudando de pensar que si no lograba contener la natural reacción me vería estigmatizado como paciente salido por los siempres. En ese momento se me ocurrió encomendarme a Maria Antonia Iglesias para que me sacase de la apurada situación, me la imaginé en uno de los típicos debates televisivos a los que es tan dada, la vi en su plenitud verborreica y gesticulante y aquello fue mano de santo, lo juro, pasó el peligro y mi cosa no volvió a dar muestras de querer desmandarse ante las actividades terapéuticas de la doctora.
Pero esa taumatúrgica efectividad de la Iglesias no terminó ahí, ya que la doctora me mandó a que me hiciesen una ecografía testicular y me tocó de nuevo una doctora que al parecer era novata en el tema y se pasó la friolera de 35 minutos dándome frotes con el chisme ese por mi zona inguinal. Volví a encomendarme a Maria Antonia Iglesias y aquella sesión ecográfica trascurrió sin el menor atisbo de que se fuese a desatar un desagradable incidente de alzamiento involuntario.
María Antonia, que sepas que siempre te estaré agradecido. Si un día alguien te propone para santa laica progre juro que testificaré para que se te anote en tu biografía el gran milagro del alzamiento impedido por tu intercesión.
2 comentarios
José Blanco -
onceeme -