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Sahumerios y arrebatos

Alucinaciones enajenadas de un paisólogo aficionado.

Hablaré primero de los antecedentes. De joven, cuando el Kremlin era la sede del poder mundial comunista leía y oía hablar repetidamente de las opiniones de afamados kremlinólogos sobre los misterios y arcanos de aquel lugar, sobre todo me maravillaba de la cantidad de información que eran capaces de sacar de las fotos de la cúpula dirigente soviética que se colocaba en lo alto del mausoleo de Lenin, creo, para el desfile ese que hacían por la Plaza Roja con grandes cohetes nucleares y esas cosas. Si en la foto figuraba en el cuarto puesto a la derecha del presidente del Politburó un tipo y encima miraba hacia la figura ubicada en el segundo puesto a la izquierda, el experto kremlinólogo escribía un artículo de 3 folios sobre las intrigas de poder en las altas instancias del Kremlin y sobre como se movería el escalofón en los próximos meses.

Dicho eso, yo me decía que de mayor quería ser como uno de esos kremlinólogos, capaces de analizar los impenetrables misterios del poder de mi país, y por ese motivo, tras descubrir que en este país el poder residía en Polanco y por delegación interesada en el diario El País me hice paisólogo aficionado.

Hoy, tras fumarme liado en café con leche el editorial dominical de El País, el más trascendente, políticamente hablando, de la semana, llevo una hora y algo con alucinaciones cargadas de enajenación y salpicadas con carcajadas sin sentido pero de alto octanaje en decibelios. Desarrollan los chicos progres que comandan la división mediática Das Reich el dogma progre nacional número 2 que dice “En nuestra democracia no pasa nada, salvo alguna minucia infantiloide nacionalista y los graves intentos del PP por desestabilizar nuestro estado de derecho y nuestra monarquía parlamentaria al oponerse a los niños separatistas”

El País, bajo el título de “Episodios nacionales” intenta convencer al personal de la realidad del mentado dogma número 2 de la progresía solidaria y millonaria a veces de esta nación, pero sin emplear ni el  término nación, ni país, ni España, utiliza los de democracia, monarquía parlamentaria y estado de derecho, términos no alergénicos para nuestros progres concienciados. Van unas perlas de las aberraciones doctrinarias del editorial.

La mesiánica ensoñación del lehendakari, propia de todas las religiones patrióticas, está sin duda condenada al fracaso. Pero, entretanto, ya está cosechando una victoria colateral, que es la de haber inducido en algunos sectores de la sociedad española, tanto de la izquierda como de la derecha, una interpretación única y seguramente equivocada de episodios aislados y minoritarios ocurridos durante las últimas semanas, como la quema de fotografías del Rey o la negativa a izar la bandera española en algunos Ayuntamientos gobernados por una mayoría nacionalista.

Ya tenemos unas cuantas ruedas de molino que debemos tragar con unción:

Que no pasa nada, los nacionalistas vascos no ponen nada en riesgo pues lo suyo son meras ensoñaciones mesiánicas adobadas con episodios aislados y minoritarios todos ellos condenados al fracaso. Lo realmente pernicioso y mortal de necesidad para este país son las reacciones e interpretaciones que la derecha hace de esas naderías.

Son tan buenísimos estos niños progres que le dicen a Ibarreche que lo suyo lo ha enfocado mal el hombre que si quiere la independencia del País Vasco no debe proponer un referéndum sino que debe aprovechar el referéndum de aprobación de un nuevo estatuto y colar por ahí la cosa al estilo catalán. Si es que con enemigos como los de El País Ibarreche no necesita amigos.

Después pasa a remachar la teoría de que el delito no es lo malo, que lo malo es perseguirlo judicialmente.

Unos cientos de fanáticos quemando fotografías del jefe del Estado no están en condiciones de poner en riesgo el sistema constitucional, y la prueba reside en que, unas veces desde la ultraderecha y otras desde la ultraizquierda, no lo han logrado en sus 30 años de vigencia, durante los que no son éstos los primeros ni los más graves incidentes que han sido controlados. El único riesgo real de este comportamiento a la vez incívico e infantil es que termine arrastrando a las instituciones del Estado, y en particular a la justicia, a la espiral de acción y reacción que pretenden desencadenar los alborotadores.

¡Ay señor!, pero que malos somos los que exigimos que la justicia haga su papel, ponemos así en riesgo a la nación por cuatro tonterías incívicas e infantiles que hay que dejar correr porque son minucias que no requieren que las togas judiciales se manchen con el barro de la realidad.

Respecto al intento del PP de llevar la bandera española a los municipios donde no ondea vean lo que dictaminan los dogmáticos editorialistas, que lo que hace el PP es lo muy mucho más malo y peor además de perverso que se puede hacer:

Están en lo cierto los dirigentes del Partido Popular cuando dicen que no se trata de una provocación; en realidad, se trata de algo peor: del intento electoralista de un partido de tomarse la justicia por su mano.”

Los chavales de El País cierran el círculo de la ignominia explicando que quienes defienden a España, sus símbolos, su integridad y su realidad son iguales o peores que los nacionalistas separatistas vascos y catalanes y encima, si serán pérfidos estos del PP, les dan argumentos, eso si que es un grave delito, dar argumentos a los separatistas.

Con esta campaña, el PP parece instalarse en la idea de que el nacionalismo con nacionalismo se combate. Cuando dicen "somos España" están legitimando a otros para que digan "somos Euskadi" o "somos Cataluña". El problema no es la definición de España, Euskadi o Cataluña, sino desmentir a quienes en uno u otro ámbito pretenden hablar en nombre de todos.

Alucinaico ando, delirando estoy, flipando por 3.456 sinapsis al enterarme de que cuando el barco se hunde, no pasa nada, los barrenadores son niños jugando al corro de la patata que no merecen ni que se les sermonee y que lo execrable es la actitud de quienes andan taponando las vías de agua y achicándola.

La hoja de ruta de Zapatero al infierno comporta el demonizar a los defensores de España y su unidad y el sacralizar como simples ejercientes de la libertad de expresión y de la democracia a quienes quieren meterla en la trituradora de la historia a marchas forzadas.

Entono ya mismo y mientras echo de menos el fuego amigo de El País un mea culpa por lo malísimo e incívico que soy. Mea culpa.

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